Túnel para un final
El día que me fui era domingo. El cielo estaba vestido de azul celeste y lo acompañaban pequeñas nubes que parecían algodones esparcidos sobre nuestras cabezas. El sol, tímido, se escondía y reaparecía con frecuencia, parecía que también se estaba despidiendo. En la ventana vi el verde de las montañas atravesar mis ojos con rapidez, y el pavimento se convirtió en una mancha borrosa color gris. Dentro del carro estábamos todos cantando, y de cuando en cuando volteábamos a mirarnos sólo para asegurarnos de que seguíamos juntos. -¡Sostengan la respiración!- Dijo mi padre con una sonrisa. Era nuestro juego; recuerdo esperar con ansías en cada viaje la entrada de un túnel para ver las mejillas infladas de toda mi familia mientras competíamos a ver quien aguantaba más tiempo sin respirar. Yo solté una carcajada que rebotó en los vidrios y el techo del carro, hizo eco en las puertas y se quedó flotando en al aire. Después inflé mis mejillas y regresé a ver a mi hermana, quien son